Lo llamé. Quería hablar con él, sentir su voz, todo de él como todas las noches. Se suponía que mi familia estaba dormida. Yo solo vivo con mi hermana y mi madre. Así que conecte el cargador y me eche al mueble a la sala y lo llamé.
Conversamos mucho, bastante, demasiado. Fueron cerca de 4 horas de continua charla que él y yo disfrutamos, no me acuerdo de los temas, pero coqueteamos. Él me decía que día iremos a una disco y ver finalmente si das muy buenos besos como dices (cosa que es cierta, modestia aparte). Eso se dicen los “mejores amigos”? No sé. Yo le seguía la corriente y tomaba la iniciativa. Le dije que me seguía gustando. Le dije que lo quería, que lo necesitaba, que no sé porque sentía que él era el hombre para mí. No quiso. Me dio mil excusas. Estaba dolido, solo me quiere como amigo, tu estas confundido, etc. Sentía que se me iba la oportunidad, que lo perdía, porque era obvio que después de lo que le dije nada sería igual. Tenía dos opciones: terminaría siendo mi pareja o la relación ya no sería la misma. Prácticamente le rogué, le supliqué que lo piense. Aceptó.
Me dijo si, esta bien, intentémoslo. Fui el hombre más feliz de esa noche. Conversamos un rato más, más cariñosamente ahora, hicimos planes, me decía que me quería, yo mucho más, era fantástico. Era viernes de madrugada, el tenía que dormir pues tenía clases temprano y yo también. Nos despedimos con un beso volado, y cortamos. Me envió un sms y me pregunto si lo amaba. Yo le conteste que si. No me respondió más y ambos fuimos a dormir, cada uno en su cama, en dos partes diferentes de está gran ciudad.
Despierta! Despierta! Escuché al día siguiente, era mi madre. Yo me había quedado dormido en el sofá. Ella tenía los ojos llenos de lágrimas, no entendí que paso, hasta que comenzó a hablar. Tu eres mi único hijo, yo me siento orgullosa de ti, todos tus tíos, tu padrino, tu padre este donde este, por favor hijo, no me puedes hacer esto, tu no. Dime que estoy haciendo mal. Dime lo que sea y yo cambiaré, lo que sea. Dejaré mi trabajo me quedaré en casa. Hijo, tú eres un hombre! No se que tienes en la cabeza, por favor dime que vas a cambiar y que olvidarás todo lo que estás haciendo porque esta mal. Espero que reflexiones para cuando vuelva en la noche. Yo estaba en shock, solo atiné a decir que estaba loca, que no entendía nada de lo que decía. Ella había escuchado la llamada de la última noche. Se levantó y se fue a su trabajo.
Estaba nervioso. Tenía todo el cuerpo que me decía que lo llame. Y lo hice pero tenía el celular apagado. Sólo le mande un mensaje para vernos esa tarde donde siempre. Esa mañana preparé toda mi historia para defenderme de mi madre, hablé con mi mejor amiga que sabe todo sobre mí y preparamos toda la artillería de defensa. Le conté que estaba con él desde esa noche. Fui a mi casa, me cambié y salí a la búsqueda del consuelo. Nos encontramos donde siempre, pero algo andaba mal en su mirada. Presentía algo que iba a pasar.
Caminamos como siempre. Cuadras y cuadras conversando de tonterías pero como si nada hubiera pasado, como los amigos que éramos antes de esa noche. Hasta que me preguntó que iba hacer ahora con mi mamá. Le conté mi estrategia. Según él no funcionaría. Es algo que suponía que diría pues él es muy escéptico. Creo que esto no debe ser. No es por ti. Es por mí. Fue mi segundo shock ese mismo día. Me dijo que no se sentía preparado para tener otra relación, que el colegio lo absorbería y que no quería darme sobras de su tiempo a mí. Intenté convencerlo con mil razones que lo quería y estaba equivocado. Le rogué, lo miré a los ojos, le dije que si había amor se podía todo - nunca imagine que yo podía decir eso- caminábamos y parábamos para enfatizar lo que yo decía. Él había venido decidido a terminar con todo. Yo no me daría por vencido. La noche ya estaba encima de nosotros. Lo intente por última vez y le dije: Si tu quieres perder esta última oportunidad de ser felices, no te puedo obligar a que estés conmigo, pero si yo me voy, nada será igual y no habrá marcha atrás. Se siguió negando. Mi orgullo, hasta ahora pisoteado y casi al borde de la muerte, reaccionó y le dijo: Sabes qué, tu nunca me quisiste, no sé ni porque estoy acá, tu solo piensas en ti y nadie más, pero esta bien allá tú, no te rogaré más, no por mí sino porque veo que nunca me quisiste y así, no vale la pena seguir con esto. Me miró y me dijó: Tu piensas eso? Que nunca te quise? Está bien. Piensa lo que quieras. Y nos quedamos callados. Seguimos caminando por el malecón, sin hablar, solo caminando. Decidí hablar por última vez y le pregunte de nuevo si quería que todo acabe así, que al menos lo piense. Él lo tenía todo claro. Seguimos caminando al paradero. Por inercia el me siguió y pasaron 5 veces mi bus, no los tomé. En el fondo guardaba una mínima esperanza. Pero al ver su rostro cabizbajo, serio, veía que todo estaba perdido. Llego el momento de partir. Le pregunte a donde iría. Dijo que iría por ahí, a caminar. Lo agarre de la mano, me miró con sorpresa, lo solté y subí al bus. No lo miré más y, hasta ahora, esa fue la última vez que lo vi.
Toda esa gente alrededor mío, no se quienes eran pero parecían público de lo que fue esa tragicomedia. Tenía que ir hasta barranco, y luego tomar otro bus hacia mi casa. Baje, hice el trasbordo. Me senté. Comencé a llorar. Me dolió. Porque? Era la pregunta que me atormentaba. No sabía que hacer y encima tenía que llegar a mi casa a hablar con mi madre. Al llegar ella no estaba, le mande un sms a él y saber cómo estaba, me respondió fríamente que estaba bien. No insistí más. Aproveche y me fui a dormir. Ella me despertó. Lo pensaste mejor? Si, sé que es un problema de mi juventud y fácil estuve confundido pero te prometo que todo cambiará. Iré con un psicólogo que me ayudará. Ya verás que todo será normal otra vez. Me sonrío entre sollozos y se fue a dormir.
Mi madre es así. Siempre evita los problemas. Y sabía que una excusa apenas buena la tranquilizaría y ella lo “olvidaría” todo. Yo no podía negar nada. Era demasiado evidente. Así que la solución de la culpa que puede enmendarse es buena en estos casos. Tenía que darle la razón pero manejándola a mi beneficio. Así paso, y todo volvió a la normalidad. Caso sui generis obvio.
Después de unos días, con la cabeza más fría. Él y yo hablamos por msn. Intentamos hacer como si nada hubiera pasado. Fue imposible. Ya nada era igual. Hable con muchos amigos. Pero solo uno me dio la unica solución posible al caso: el olvido. Tenía que olvidarlo, eso implicaba perder contacto con él a pesar de la amistad que nos unía. Se lo dije como única solución posible para mi. No lo entendió. Me dijo que era una pena que todo se fuera al tacho, que valoraba más la amistad pero que aceptaría mi decisión. Desapareció.
Por un tiempo no supe de él. Al principio fue difícil pues quería que el se sintiera bien y yo también y solo esa era la única forma de reencauzar nuestras vidas. Además el dijo que su vida académica era muy importante para él, era mejor darle su espacio y desconectarnos. Así fue, por muchos meses no supimos nada de ambos. Hasta que apareció Rafael.
0 comments:
Publicar un comentario